Teatro entre rejas
Por Isidro Rodríguez Silva
Doce actores y su maestro ensayan una puesta en escena; realizan ejercicios corporales y gestuales. Construyen imágenes usando el cuerpo; se desplazan en el hacinado espacio y hablan con las manos, muestran sentimientos encontrados con las miradas; se buscan, armonizan sus emociones, crean una atmósfera donde van surgiendo los personajes, hechos de sus recuerdos, de lo vivido, y ahora actuado. No son actores en un escenario teatral, ni de un grupo de teatro. Son actores que cumplen una condena. Ellos hacen un teatro entre rejas.
El Sistema Penitenciario de Matagalpa es el escenario de estos privados de libertad. Construido en 1983, alberga más de 700 presos; bajo un régimen de un sistema de privilegio progresivo, es decir un proceso de reeducación y formación personal, con una actitud abierta a la educación integral, partiendo del concepto pedagógico que sólo la educación transforma al individuo.
El penitenciario cuenta con un grupo de mariachi, danza, educación primaria y secundaria; y desde hace dos años, con un grupo de teatro, bajo la dirección de Mick Sarría. Partiendo de su concepto de teatro Posthumano, es decir un teatro que plantea el cambio personal y de conducta a partir de él mismo, combinada con la magia teatral, que es emotiva y reflexiva.
¿Para qué sirve el teatro en la cárcel? ¿Para algo, para todo o para nada? En principio es una actividad de constante entrenamiento en la construcción de lo humano, que es la base —según Mick Sarría— del teatro Posthumano. No olvidemos que la cárcel sigue siendo una institución que debe interrogar a la sociedad en su conjunto sobre su propio sistema de convivencia.
Es igual ensayar la actuación en la construcción de un personaje con actores que hacen teatro y los privados de libertad. Claro que no afirma contundente, Mick Sarría. “La diferencia —nos dice— es que el director tiene que funcionar como un pedagogo teatral. Me interesa la calidad estética de la puesta en escena, pero también tiene igual importancia la calidad humana que voy a producir a través del teatro. Se dan cuenta que aún si cometieron delitos en la calle, también tendrán una toma de conciencia que son personas creativas. Dejan el rol de prisionero para asumir el rol de actor en la escena. Esto en la búsqueda de espacios interiores de libertad, que nos permite establecer puentes de confianza entre ellos mismos, acentuando la interacción, la tolerancia, el respeto y la colectividad, en un proyecto común que es hacer teatro”.
Pizote, de facciones fuertes, quien hace el personaje principal en la obra, exterioriza: “Al comienzo éramos 25, hoy sólo somos 12. Entré como muchos de ellos, pensaba que era mejor estar haciendo teatro que estar encerrado en la celda. Después me di cuenta que estaba equivocado, que soy capaz de crear cosas, de tener un objetivo, como el de hacer teatro. Me ha permitido descubrir mis fortalezas y explotarlas, siento que no soy el mismo, que tengo la oportunidad de hacer algo bueno, como bueno fue sacar mi bachillerato aquí en la cárcel. Antes me decía, un delincuente estudiando, ahora me río y me digo a mí mismo, ahora estoy practicando teatro”.
El Gato, que también tiene gran influencia en el grupo, destaca que al hacer teatro le permite ver: “Como actúo, qué hago y cómo lo hago. Mi sueño es que la cárcel fuese más que un lugar de castigo, un lugar donde uno pueda aprender y hacer lo que no hizo afuera, pero sobre todo darle sentido a nuestras vidas aquí adentro, donde el tiempo es lento y pesado. Una cosa importante, y que me gusta mucho, es que siempre me he sentido marginado, ahora con el teatro me siento más integrado, no sólo con los que actuamos, sino también con quienes nos miran”.
En otros países como Chile, Méjico, Italia y España se ha dado esta experiencia. El grupo “Alcalá Meco” en Madrid está integrado por mujeres privadas de libertad. La obra Mal bajío, escenas de una cárcel de mujeres, escrita por la propia Elena Cánovas, quien dirige el grupo, ganó el premio Calderón de la Barca del Ministerio de Cultura en 1990 y agotó las localidades en el teatro. Desde entonces han hecho varias giras. El grupo ha viajado incluso al extranjero: en 2001 fueron a Berlín para participar en el III Encuentro Europeo de Teatro y Prisión. En Nicaragua el grupo Dinosaurios es la primera experiencia de un hecho teatral escenificado con privados de libertad, y LLECA lo ve más allá. No como una simple experiencia anecdótica, sino como un proceso permanente de formación teatral, estableciendo realmente el teatro en la cárcel.
Un teatro entre rejas, con una adecuada metodología de participación en el ámbito penitenciario no sólo permite un cambio en el privado de libertad, sino también un pensamiento crítico que no sólo lo prepare mejor para la reinserción social, sino también una reflexión humana para la sociedad misma; donde el teatro puede echar por tierra el estigma social que los presos no tienen oportunidad de llegar a cambiar. El teatro por trabajar con el cuerpo y los sentimientos es un medio ideal para este cambio, a como afirma Mick Sarría en este hermoso proceso de reconstruir lo humano: “El teatro Posthumano no es usar el teatro, sino recobrar el teatro como parte de la esencia misma del espíritu; saber descubrir mi interior y exteriorizar lo que soy, pero sobre todo lo que puedo lograr ser”.
Ver en la versión impresa las paginas: 10 ,2
Este artículo fue escrito por el crítico teatral y dramaturgo Isidro Rodríguez Silva.
Fotos cortesía Julienne Weegels (LLECA) (C) 2009, 2010.
Traducción // Translation
Theater Behind Bars
Appeared in Spanish in the Nicaraguan Newspaper La Prensa - Cultural Suplement 'Literaria'- Satuday March 12th, 2011.
--Photo--caption: A more human theater - out for an understanding of and living together with the marginal sectors - is Sarria's proposal. LA PRENSA / COURTESY.
By Isidro Rodriguez
Twelve actors and their director are practicing for a play: they do corporal and gestural exercises. They construct images using their bodies; they walk about the small space talking with their hands; showing feelings with their gazes; they search for one another, harmonize their emotions, creating an atmosphere where characters emerge from their memories, lived experience now re-enacted. They're not actors on a stage, not a conventional theater group either. They're actors serving time: they make theater behind bars.
The Penitentiary System of Matagalpa is the stage of these inmates. Constructed in 1983, the prison holds more than 700 inmates and is run under a regime of progressive privileges: reformation with an open attitude towards integral education, parting from the pedagogical concept that only education can transform the individual.
--Photo--caption: Mick Sarria, the young theater director and actor who in prison found a stimulus to create. LA PRENSA/ COURTESY.
The penitentiary has a Mariachi group, a dance group, and hosts a primary and secondary education schooling program; and since two years, they also have a theater group, directed by Mick Sarria (LLECA). Parting from his concept of posthuman theater, he proposes a theater that provokes personal behavioral change from one's own body and experience, combined with the magic of theater, which is emotive and reflexive.
But what good does theater in prison do? Any, some, none? "Principally it is an activity of constant training in human construction, which is the base - says Sarria - of posthuman theater. Let's not forget that prison is an institution that should interrogate society in its entirety on its system of social togetherness."
--Photo--caption: Inmates during the theater trainings and plays realized under Mick Sarria's direction. LA PRENSA/ COURTESY.
Is it the same to teach acting and character building to theater actors as to inmates? Of course not, Mick Sarria affirms. "The difference - he says - is that the director also has to function as a theatric pedagogue. I'm interested in the aesthetic quality of the play, but the human quality I produce through it, is of equal importance. They're pointed to the fact that even if they've committed crimes on the streets they can still take consciousness of being creative people. They stop being prisoners to assume their parts in a play. This in a search for internal spaces of freedom, which allws us to establish bridges of confidence between them, accentuating interaction, tolerance, respect, and the collective in a common project called theater."
Pizote (Raccoon), with strong physical factions, who acts the central part in the play, exteriorizes: "in the beginning there were 25 of us, now there are 12. I came in like most of them, thinking it was better to do a bit of theater than to be locked up in my cell all day. Later I found out that I was wrong, that I'm capable of creating things, of having goals, like making theater. It has allowed me to discover my strengths and how to exploit them, I feel like I'm not the same person, that I have the opportunity to do something good, like when getting my high school diploma in here. First I used to tell myself, a delinquent studying, but now I laugh at that and tell myself, now I'm practicing theater."
Gato (Cat), who also has a big influence in the group, points out that making theater lets him see "how I act, what I do and how I do it. My dream is that prison was to be more than a disciplining place; a place where one can learn and do what one didn't do on the outside, abouve all to give some sense to our lives in here, where time goes by slowly and heavily. One important thing, that I like a lot, is that I always used to feel marginalized, but doing theater makes me feel more integrated, not just with the guys in the group but also with those who look at us."
--Photo--caption: LA PRENSA/ COURTESY
In other countries like Chili, Mexico, Italy, and Spain there have already been experiences of theater with prisoners. The group 'Alcalá Meco' in Madrid is made up of female inmates. With their play Mal Bajío, written by Elena Cánovas who also directs the group, they won the 'Cálderon de la Barca' prize of the Ministry of Culture in 1990, and filled theaters all over the country. They've done various tours since, including to the exterior: in 2001 they participated in the 'III Encounter of Theater and Prison' in Berlin. In Nicaragua the Dinosaurios group is the first theater experience with inmates, and LLECA sees it bigger. Not as a simple anecdotic experience but as a permanent theatric formation process to really establish theater in prison.
A theater behind bars, with an adequate participatory methodology in the penitentiary realm not only allows for a change in the inmate but also opens paths to critical thought that doesn't only better prepare for social reinsertion, but als provides a human reflection for society itself; theater can burry the stigma that inmates never get the chance to change. Theater, by working with the body and its feelings, is an ideal instrument for this change, as Mick Sarria comments on this beautiful process of reconstructing the human: "posthuman theater is not only to use theater, but to reoccupy theater as part of the essence of the human; to know to descover my interior and exteriorize what I am, but above all what I can accomplish to become."
--Photo--caption: LA PRENSA/ COURTESY
Print version p. 2, 10.
This article was written by theater critic and dramaturge Isidro Rodríguez Silva based on various conversations and interviews with Sarria and a trip to prison to see the group in their creative process. It was published in the Prensa Literaria of Saturday March 12th, 2011. A link to the newspaper article is embedded in this blog entry's title.
All photo's courtesy Julienne Weegels (LLECA) (C) 2009, 2010.
Translated by Julienne Weegels.